martes, 30 de agosto de 2011

La Constitución del CAPITAL, en 1978 y ahora

Quienes pactaron el texto de la Constitución de 1978 presentaron el texto resultante (también el PCE, con Santiago Carrillo a la cabeza) como un instrumento de garantías democráticas en la España de después de Franco. Las posiciones del reformismo eurocomunista vendían ese texto casi como una victoria por aquello de la “economía social de mercado”, poco menos que una avanzadilla de camino al socialismo.



La realidad de la cuestión es que la Constitución de 1978 sacralizaba la victoria de la oligarquía española sobre la clase obrera a través de la llamada “Transición política”, y que durante más de treinta años ha sido una herramienta de gran utilidad para el desarrollo de las estrategias fundamentales del capitalismo español.



La agudización de la crisis capitalista, hoy, liquida la disposición al pacto de aquellos años de recomposición capitalista en un escenario de correlación de fuerzas diferente. En estos momentos la fracción más parasitaria del capitalismo internacional exige renovadas garantías para su antisocial proceso de acumulación, e impone (ya sin pacto ninguno) su dictado.



Que la Constitución de un país (en este caso España, junto a otros del polo imperialista europeo), escriba blanco sobre negro en su carta fundacional, que somete toda su economía a satisfacer a los grandes tiburones financieros antes que las necesidades de la mayoría social, es hoy la expresión más desnuda de la dictadura del capital en la cual vivimos.



Se demuestra, también, el carácter totalmente asimilable de las distintas opciones políticas de la oligarquía. Tanto PSOE como PP (cuando el capital ordena), asumen la misma línea política sin rechistar. Ordena el capital y la partitocracia obedece. A eso le llaman democracia.



El reformismo se alarma, pero no combate; matiza, pero no confronta.



Las nuevas medidas dictadas en cuanto a las relaciones laborales completan el cuadro: más precariedad, más reducción del precio de la fuerza de trabajo, menos derechos. Y las cúpulas sindicales siguen promoviendo el pacto sin fin.



Frente a un nuevo salto cualitativo de la opresión capitalista lo único que se reafirma es la lucha por el socialismo, por la destrucción total y definitiva del capitalismo. Treinta y tres años después de la Constitución de 1978 la causa es la misma. Ayer con pacto, hoy sin pacto, siempre el capital contra el pueblo y contra la clase obrera. No hay conciliación posible. Derrotaremos su dictadura y estableceremos nuestro poder.



(Editorial del último número de 'Unidad y Lucha', órgano de expresión del PCPE)